Tiempo de verano

Volver al pueblo era traspasar esta puerta. El pueblo: ese lugar donde siempre era verano. Donde el tiempo se diluía y dejaba de importarnos. Nadie pedía la hora en el pueblo, se hubieran reído. Cenábamos después de jugar, el orden favorito de cualquier niño. El pueblo, sin tiempo y sin ley. Aquél no-lugar que nunca supiste a cuánta distancia estaba de la ciudad. ¿Cómo explicar los kilómetros a los pequeños?

En ese universo seguro, sin sorpresas, podías ser otra niña. Más libre, más salvaje: andar siempre descalza o ir todo el día en pijama, mancharte sin escrúpulos escarbando la tierra, tatuar tus rodillas con rasguños -heroicidades en bici-, lanzar esa canica al siguiente barranco y jugar al escondite cien mil veces y-una-más-porfa-abuelaaaaa!!!

Una vida en bucle donde aburrirse era parte del juego al que todos -adultos y diminutos-teníamos que jugar. Porque el calor, en el sur, no deja pensar. Prohibido salir a la calle cuando el sol aprieta. Siestas como deberes. Aburrirnos porque toca. Aquello también lo aprendimos un verano.

Y dormir en el pueblo…cómo era. Suspenderse y sólo despertar por una picadura de mosquito. O aquellos ladridos de los perros de la granja, alerta de no sé sabe qué. Porque estábamos todos a salvo.

Un oasis, otra vida, un espacio sin tiempo era.

Por eso nunca quisimos que regresara septiembre.

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Blablabla…

Ahora todo el mundo «comenta» las cosas. Decirlas ya no está de moda. «Decir» suena brusco, abrupto, demasiado directo. Insolente, casi.

Nos hemos vuelto finos. ¿Cuándo empezamos a «comentar una cosita» en vez de sencillamente «decirla»? ¿Quién trucó las palabras?

Seguro que en 1928, cuando André Kertész apretó el disparador ante este café parisino, no podía ni imaginarse cómo se desvirtuaría la charla.

Pero sigamos hablando, el malentendido está servido. Digamos… o comentemos.

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Kitchen paper

Hay algunas personas que, como el papel de cocina,

se me hacen estúpidamente imprescindibles.

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Para-pluie

Con el permiso de Monsieur Magritte, pintor surrealista.

 

 

 

 

 

 

…Y dormirse con el son constante de la lluvia.

Con-sonante

Y que al final del día todo pueda resbalar un poco.

Ligeramente al menos…

Arrastrarse lo sucio, esa capa sobrante de tantas vidas.

Dejar secar el paraguas y las costras al sol

y empaparse de lo que está por llegar.

Pero que sea mañana, en un día más claro. 

 

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Madrid, 40 gradØs!

Y un día llegó la propuesta de los amigos de Cityzen Music: convertirme en local producer del primer festival Buenas Noches Madrid. Se ve que tenían una receta infalible para combatir la ola de calor; gestionar a 4 bandas noruegas en los jardines de la Complu.

local producer

Y así fue como abandoné la humedad mediterránea para zambullirme en los temas fresquitos de todos estos rubios talentosos: Erlend Øye & TheRainbows, Kakkmaddafakka, Disaster in The Universe y Away.

                                                    Eso cuando tuvimos tiempo para bailar, que fue poco…porque en el backstage vegetal del Madgarden estábamos dándolo todo mano a mano con el equipazo de Menos que Cero. En la cara A del festival, Sergio Escalante, compañero de batallas, sacaba jugo al bolo con sus instantáneas.

A pesar de traernos un tercio de Escandinavia para la capital española, la verdad es que no logramos enfriar el clima. Aquí la prueba de que este primer Buenas Noches Madrid supo estar a la altura de los termómetros…¡more to come!

 

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Ocupar el «terrat»

No se puede empezar la casa por el tejado, eso dicen. Yo no soy arquitecta pero me he juntado últimamente con unos cuántos y nos hemos dedicado a soñar cómo volvernos a subir a las azoteas.  

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Soñar que si juntáramos estas azoteas ahora desiertas de la ciudad de Barcelona, tendríamos hasta 100 parques como el de la Ciutadella.

O que podríamos cultivar hasta 1.700 hectáreas verdes: tomates y fresas a pedir de boca.

Soñar algo que fue y que parece natural en el Mediterráneo. Un espacio de re-encuentro, entre generaciones, entre hombres y mujeres, entre culturas, entre sábanas, calcetines de colores y algún geranio despistado.

Ésto es lo que tramamos con el equipo Recreant Barcelona – desde Sevilla, Barcelona, Amberes y Munich, un mosaico de arquitectos, ingenieros, economistas, periodistas y expertos en gestión social-. Rehabilitar una «illa» del Eixample para que sea lo más eficiente posible según lo que nos propone el concurso del Ajuntament de Barcelona Illa Eficient. Ahora está en manos de los vecinos llevarlo o no a sus manzanas. Pasen y vean:

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Y como es primavera y se me llena la cabeza de golondrinas, en la presentación del proyecto conocí a Rita Gual de Barcelona Rooftops que me propuso participar en un experimento. Se trataba de sumar, soñar y escribir sobre cómo desbloquear esta realidad: la infrautilización de las azoteas en nuestra ciudad. Respondí un  SÍ mayúsculo.

Así que nos lanzamos al experimento del Manual Thinking con Hort Ciutat, Up Art BCN, LOCAL4, Alonso & Piedra, ESITECEncajes Urbanos.

Para el brainstorming sólo se necesitan rotuladores, papel, celo, una pared y ganas de compartir. Por unas horas, una servidora junto con estos arquitectos, paisajistas, ingenieros y agitadores culturales volvimos a ocupar los “terrats” de Barcelona. Y parece que tiene sentido.

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El mar no es azul

Encontrar un pigmento para hacerle justicia. Un gesto en el pincel. Un espesor en el trazo. Aún no entiendo cómo, pero Sorolla explicó el mar.

El artista dijo:

-Quiero pintar la verdad.

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Y aquí está, enfrente. Atravesando la tela y la retina. Me pregunto si aún queda alguien en la faz de la tierra que no haya visto «el Lucifer del azul» de Lorca. Podría verlo por primera vez a través de estos lienzos que son ventanas.

Yo sólo lo había percibido así de real con los ojos de Turner. Y ahora de nuevo, reencontrarse con lo que casi es un humor y una manera de vivir para los que lo tenemos cerca.

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Un mar que no es azul. Sorolla se lo explica por carta a Clotilde, su mujer: “agua de un verde esmeralda” o de “un color rojizo violeta que lo envuelve todo” al atardecer. Le cuenta que tendrá que pedir algunos pigmentos en Londres o París, que persigue el azul de Prusia o el de Alejandría y aquella vibración de la luz.

Tantas playas y rocas y cielos…

Y ninguno idéntico. Porque como dice el pintor “no hay nada inmóvil en lo que nos rodea. El mar se riza a cada instante, la nube se deforma al mudar de sitio”. Y con cada agua, sus sombras, sus transparencias,  las gentes y sus modos.

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Son notas perfectamente incompletas, impresiones que podemos cerrar cada uno con la mirada y nuestras experiencias. Aunque la mayoría ya no llevemos pamelas ni pasemos tardes enteras remendando redes de pescadores.

Sorolla habla de una pasión y esto es universal. La suya era pintar, aunque fuera bajo un sol de justicia, con traje impecable y caballete plantados en la arena. Creía que “la pintura, cuando se siente, es superior a todo. Es el natural lo que es hermoso”.

A mi este genio me resulta tremendamente cálido y cercano: “deseo que salga el sol mañana y que entre el calor artístico”.

Leyendo lo que escribe es imposible que lo que pinta nos deje indiferentes: “Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque después de unas horas, como hoy, me siento agotado, deshecho… No puedo con tanto placer”.

¡Valió la pena, artista!

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Lechuguismo, religión y demás inventos

Yo de mayor quiero ser como Martin Parr. El fotógrafo selló estos momentos cuando yo aún no había nacido, en 1975. Él recién salía de la facultad, décadas antes de que la agencia Magnum le coronara.

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Yo quiero crecer con su mirada. Ver lo ridículo de las rutinas, levantarme cada día sin que se me escape una sola de estas pequeñas absurdidades. Cambiar de óptica respecto a lo que damos por sentado, para que la vida no sea una secuencia de instrucciones, un manual perfecto… y aburrido. Para que no nos convirtamos en lechugas andantes. 

Hay esperanza: él participó de lo colectivo captando la esencia de cada individuo – un niño se rasca la oreja en el banquillo durante el sermón del cura-. Sacó jugo al sujeto dudando de la humanidad entera. Se trata de reírse de todo sin perder el respeto. Ser irónico sin llegar al cinismo. Este cronista de lo cotidiano cuestiona la fe cuando capta a un parroquiano sosteniendo una lechuga en una de las iglesias metodistas de Yorkshire.  Humaniza a un lord cuando le pilla en plena siesta un día de cacería.

Se detiene en lo más íntimo y personal pero lo hace sin perder de vista el plano general. La perspectiva. Pequeños gestos que delatan maneras, afectaciones, convenciones, rituales, estados de ánimo, clases sociales. Así consigue retratar la humildad dignificando la pobreza, sin caer en la soberbia ni el paternalismo.

Martin Parr es cómplice de la realidad que plasma y crítico a la vez. No en vano esta serie se llama «Los inconformistas». Si estáis en Barcelona, id a verla en La Virreina y me contáis.

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Sus fotos nos empujan a ver más allá de lo banal. A preguntarnos si de verdad esto es lo que «toca hacer»: «It’s tea time«.

Igual que la palabra «nonsense» es tremendamente inglesa, Martin Parr sólo podía ser rotundamente británico.

PD. Para quienes no se conformen con este post, acudan de inmediato al artículo que el periodista y amigo Álex Vicente escribió para EL PAIS. Él tuvo la suerte de conocerle y la paciencia de entrevistarle.

 

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Intimidad…

sitting hereA veces, un gesto mínimo, una acción banal, un desliz absurdo… puede desencadenar una auténtica revolución.

Escenario a considerar. Primer acto: el metro de una gran ciudad, donde pasar inadvertido entre la multitud debería ser fácil. En el subterráneo, lunes es igual a martes que es igual a miércoles… que no es igual a viernes. Pero en todo caso sí es un día laborable y son las 9 y el metro está a rebosar. Un marco colectivo ideal para esconder las propias reservas…En definitiva, para preservar lo que aquí nos ocupa: la intimidad.

Apunte: leo que «INTIMIDAD» contiene el adverbio “intra” (dentro) y el superlativo “mus”. O sea, literalmente traduciendo del latín: “lo que está más adentro de todo”.

Ok. «Intimidad» sería algo así como esa zona abstracta que deseamos mantener fuera del alcance del público, que viene con un cartel de “prohibido pasar”, un acceso limitado…

Más que nada porque implica cercanía, nos remite a una cierta calidez…Y convendremos en que la atmósfera anónima del metro no invita precisamente a todo esto. O quizás sí.

Pero vamos al siguiente acto de este teatro cotidiano. Todo pasa en medio segundo, la acción se desarrolla en las escaleras del metro de una de las paradas más concurridas:

Véase: a una mujer de mediana edad le cae un paquete blanco de plástico que lleva señalado en letras mayúsculas: “TOALLITAS ÍNTIMAS”.

En este preciso instante del descuido, lo más interno se vuelve externo, lo privado, colectivo, lo púbico, público…

perfect stranger

Imagen gélida, como nuestras caras. Todo ha ocurrido así, en frío, sin pre-aviso, sin un miligramo de confianza con esa mujer… El único vínculo: un pudor compartido que aparece entre los “voyeurs”. Ya no somos más ánonimos, de repente todo es tan… ÍNTIMO que inquieta.

Estoy segura de que los malpensados que leerán este «post» dirán que no fue un gesto inocente. La intimidad de la señora podría confundirse con una invitación, una sugerencia seductora para despertar algo de cariño, a certain kind of affection como llaman los ingleses.

Tercer acto y desenlace (siempre subjetivo): Sonrisas cómplices y un extrañamiento amable. Sí señora, sí, lo suyo es un secreto a voces…

Pero las de la audiencia son voces calladas, porque nadie decimos nada. Yo pienso en algo tipo:

Señora, acaba usted de perder su intimidad por las escaleras…

Se lo diría si fuera un perro, un paquete de tabaco, hasta unos kleenex… pero unas toallitas íntimas…?! No way. Me consuelo pensando que “lo hago por ella”.

Pero tenía que compartirlo. Cuando se lo cuento a mi amigo Marc me dice que en realidad hacer pública una toallita íntima es un acto transgresor. Sentada en el vagón reflexiono seriamente sobre las rebeldías contenidas en pequeños gestos y de reojo leo en la revista “Hola!” de la señora de al lado:

– Conozco a 3 monjas que han sido modelos.

En fin… me quedo con lo que dijo el escritor Alain de Botton. Esto de la intimidad tiene que ver con compartir rarezas:

«Intimacy is the capacity to be rather weird with someone… and finding that that’s OK with them» 

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Ch-ch-changes!

Ya lo dijo David Bowie en 1971: Still don’t know what I was waiting for…

Y esta es la gracia de cualquier comienzo que valga la pena, señoras y señores. Abrámonos pues ante las posibilidades del venidero 2014. Las ignotas y aún no intuidas. ¿Qué gracia tendría comerse las uvas sabiendo a qué van a sabernos el próximo año?. ¿Tan dulces, menos amargas? Quién sabe.

festa ready

Esta noche hagamos un trato. Apostemos por la incógnita: 

Strange fascination, fascinating me 
Ah Changes are taking the pace I’m going through…

¡FELIZ 2014 y a disfrutar del camino!

PD. Time is running wild!

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